La obra “MiradAzul” de Chema Mora nos muestra sus boligrafias hiperrealistas. Como temática -el retrato- y la técnica -el bolígrafo azul sobre papel- están acaparando la atención de muchísimas personas por su singularidad. El artista, autodidacta, se ha centrado en el realismo y en la psicología de los personajes. El tiempo, indeleble, que deja una huella profunda en las mejillas de una mujer hermosa que sufre el paso de las estaciones... Sus retratos captan un momento fugaz y peregrino, que deja una impronta imborrable, eterna.
Los retratos de Chema tienen alma. En ellos se palpa la deliciosa melancolía de la erosión del tiempo: en las arrugas de la cara, en los surcos, en las cicatrices. Captan la inefable belleza de los detalles: los reflejos de la luz, la transparencia del cristal, la sutileza del cabello, la flexibilidad de los tejidos, la riqueza de tonos de un azul que fluye hacia un apacible morado...
Sus dibujos se adentra en un detallismo sublime cuando amplía y se centra en unos ojos parlantes. Se basa en el conocimiento del dibujo: ágil, preciso, sólido; un dibujo que encuentra, siempre, la psicología de las personas mayores, que han vivido mucho y expresan emociones, sentimientos, paz, sosiego... A veces, el espectador observa la viveza de un rostro apergaminado e intenta penetrar en el fondo de sus ojos insondables. Los ojos hablan, con una lírica callada: una mujer con ojos bondadosos, esboza una sonrisa dulce, reposada; un hombre, con los ojos entornados, mira ensimismado; un señor afable, proyecta su mirada, profunda, inquieta. También las manos pregonan un mensaje claro, conciso: el paso del tiempo.
Escrito por: Martín Azorín Cantó.
Profesor y cronista Yeclano.