Básicamente, son dos las vertientes que se canalizan a través de mi obra: el retrato, que atiende no sólo al aspecto físico sino también a aquél que define al personaje y, por tanto, aúna la parte tangible e intangible, y por otra, la visión punzante de una realidad que siglo tras siglo se ha perpetuado en el inconsciente del ser humano y que protagoniza esa institución milenaria representante de ciertos poderes admitidos como “divinos”.
Seguimos “agrandando la grieta” o si lo prefieren “hurgando en la herida”.